Romanos VII

  Yo pude ver con toda claridad que estaría, en lo que se podría llamar, pleno territorio del enemigo. Es verdad que el capellán iba a estar allí en ese funeral, un buen hombre y firme en su fe cristiana. A él se le pidió que diera una nota biográfica del fallecido y el panegírico. Bueno, él hizo todo en forma totalmente correcta y debida. Mencionó las diferentes medallas que el occiso había recibido, y vale decir, que era un hombre sumamente valiente, un hombre que merecía cada una de las condecoraciones que había recibido durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, entonces me levantó yo, y presenté el evangelio, el evangelio que declara que los hombres no pueden ser salvos por cosa alguna que hagan, sino sólo por medio de algo que Dios ya ha hecho, y que Dios sólo solicita a que acudamos a la cruz; que Él no le está pidiendo al mundo que haga cosa alguna; sólo le está haciendo una pregunta al mundo, y es: “¿Qué harás con mi Hijo que murió por ti?” Y ésa es, la pregunta de mayor importancia. Aunque este hombre que había fallecido había escuchado el evangelio y había tenido el ejemplo de su esposa ante él, y también el testimonio de sus dos hijos, nunca que yo supiera, había aceptado el evangelio. Pero quizá, durante ese momento de trauma y gran tensión, cuando el avión se precipitaba a tierra, quizá todas estas verdades hubieran vuelto a su memoria. Él conocía los hechos en cuanto al evangelio. Si en ese momento se hubiera vuelto a Jesucristo, pues habría sido salvado y estaría tan salvo, como cualquier otra persona que se hubiese salvado, porque el Señor Jesús dijo en Juan 6:37: ...y al que a mí viene, no le hecho fuera. 


 Permítame hablarle acerca de aquel ladrón en la cruz del Calvario. El Imperio Romano había declarado que él no era apto para continuar viviendo en el Imperio Romano, y que, por esa razón, lo estaba ejecutando. Sin embargo, el Señor Jesús le dijo en Lucas 23:43: Yo te haré apto para el reino de los cielos, y ...De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.


 Dios toma a pecadores perdidos tal como usted y como yo, y nos trae dentro de la familia de Dios y nos hace un hijo de Dios. Hace esto, mediante Su muerte en la cruz del Calvario, no porque haya mérito alguno en nosotros. Éste es el gran mensaje de este libro de Romanos. Éste es el mensaje el cual el comentarista bíblico suizo, Goday describiera así: “La Reforma fue ciertamente el producto de esta Epístola a los Romanos, y también de la carta a los Gálatas. Es probable 14 15 Romanos que cada renovación espiritual que pueda experimentar la iglesia esté vinculada siempre en causa y efecto, a un conocimiento más profundo de este libro”. Fue Martín Lutero quien escribió: “...la Epístola a los Romanos es la verdadera obra maestra del Nuevo Testamento, y el evangelio en su forma más pura, que bien vale la pena y merece que cada creyente en Cristo no sólo la aprenda de memoria palabra por palabra, sino que también debe tratarla diariamente como si fuera el pan diario para el alma de los hombres. Nunca podrá ser leída o estudiada demasiado bien ni en forma desmesurada. Mientras más es usada, más preciosa se torna, y su sabor es más agradable”

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