Romanos VIII

  Dios toma a pecadores perdidos tal como usted y como yo, y nos trae dentro de la familia de Dios y nos hace un hijo de Dios. Hace esto, mediante Su muerte en la cruz del Calvario, no porque haya mérito alguno en nosotros. Éste es el gran mensaje de este libro de Romanos. Éste es el mensaje el cual el comentarista bíblico suizo, Goday describiera así: “La Reforma fue ciertamente el producto de esta Epístola a los Romanos, y también de la carta a los Gálatas. Es probable que cada renovación espiritual que pueda experimentar la iglesia esté vinculada siempre en causa y efecto, a un conocimiento más profundo de este libro”. Fue Martín Lutero quien escribió: “...la Epístola a los Romanos es la verdadera obra maestra del Nuevo Testamento, y el evangelio en su forma más pura, que bien vale la pena y merece que cada creyente en Cristo no sólo la aprenda de memoria palabra por palabra, sino que también debe tratarla diariamente como si fuera el pan diario para el alma de los hombres. Nunca podrá ser leída o estudiada demasiado bien ni en forma desmesurada. Mientras más es usada, más preciosa se torna, y su sabor es más agradable”


 Ésta es pues, la epístola que estaremos considerando. Permítame ahora exhortarle a que haga algo, algo que le pagará dividendos que le sorprenderá. Lea el libro de Romanos; por lo menos, lea el capítulo 1 antes de empezar el estudio. Es verdad que no entraremos en todo lo que encierra este capítulo, porque como se ha visto en esta introducción, es un libro sumamente profundo. Lo mismo ocurrirá con respecto a cada capítulo. Estaremos estudiando cada capítulo durante bastante tiempo, aunque no todo el tiempo que desearía. Pero, por lo menos, veremos los puntos culminantes de este libro. 

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